Título: Kynikós
Subtítulo: Una historia que, seguramente, nunca ha pasado
Autor: Rafael Sánchez Gago
ISBN: 978-84-127897-5-1
Sinopsis: En la Grecia clásica, Orquitis, un joven efebo, sale de su aldea para buscar su futuro en Atenas y allí se encuentra con una joven, Clítoris, de quien se enamora. Ésta y toda la ciudad tienen problemas con un terrateniente, Usucapión. El joven contará con la ayuda de tres filósofos: Desidias el cínico, Hipérbaton el sofista y Gozómedes el hedonista. Además se encontrará con otros muchos y curiosos personajes que urdirán un plan para expulsar al romano, teniendo de por medio largas conversaciones sobre la libertad, la felicidad o la virtud.
Kynikós, cuyo título proviene de la escuela filosófica de los cínicos, está escrito con gran sentido del humor, pero tras éste se esconden cuestionamientos mucho más profundos que llevarán al lector a hacerse preguntas.
Biografía: Nació en Madrid a finales de los sesenta (casi no llega), y no así en la Atenas clásica por motivos de tiempo y lugar y no por otra cosa. Criado en las épocas en la que todo era en blanco y negro (cómics y revistas incluidos), afortunadamente se sintió arropado por los Madelman, el Pegaso de Rico o el Rescate Espacial de Congost, que ponían algo de color en su vida y sus manos. Colores que luego Torrebruno se las apañaba para quitar los sábados por la mañana estableciendo una incomprensible lucha entre niños a los que llamaba tigres y leones y que rivalizaban encarecidamente tras cantar arengas zoológicas.
Dado el terrible futuro que veía cernirse sobre él, decidió acompañarse por cómics de todo tipo (Mortadelo y Filemón incluidos, claro) y se transformó en un escritor impenitente. Su vida cambió cuando apareció ante sus manos una máquina de escribir (no es que apareciera como tal en fantasmagórica materialización, es que la empezó a utilizar), y ha tocado la filosofía, los cuentos, la poesía, la historia, el ensayo y la novela. También ha tocado la flauta, la guitarra, la armónica y los teclados, pero eso no viene a cuento en este momento. Durante su juventud, tanto le absorbía la lectura, que cuando acababa el libro comenzaba con las etiquetas de los champús, dando muestra de que su afán lector le llevaba a aprovechar ocasiones variopintas y lugares inhóspitos.
A pesar de haber intentado buscar respuestas a muchas cosas, reconoce que hay al menos tres que jamás llegará a comprender: por qué la política revierte en los políticos y no en la polis (Platón tampoco), por qué los gatos siameses no vienen pegados y por qué tiene que escribir en tercera persona sobre sí mismo en textos como éste.
Para que luego digan que la vida no alberga insondables misterios.